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Diego en Newells

Diego en Newells LA SINTESIS

La idea fue del Gringo Giusti, pero se le podía haber ocurrido a cualquiera. Con su traje de representante, el ex compañero de Diego en el seleccionado observaba desde la tribuna un partido de Newell´s. En medio del aburrimiento de un partido intrascendente, lo miró a la Tota Rodriguez y le dijo "Este club necesita un golpe de efecto. Y yo conozco a la única persona capaz de dárselo". Esa persona era, claro, el apellido mismo del fútbol: Maradona. Parecía el mejor destino. Una ciudad que respira y vive para el fútbol lo esperababa. Todo Rosario estaba pendiente de él. Hasta los hinchas de Rosario Central le perdonaban jugar en Newell´s: "Salvemos a Maradona, la lepra se cura", ironizaban.

Con el entusiasmo de un principiante, comenzó la dieta más estricta de su vida. Bajó 12 kilos, gracias a o por culpa de un chino de nombre casi imposible de recordar, Liu Guo Cheng.

El lunes 13 de septiembre de 1993 el Parque Independencia cobró vida. Desbordaba de ansiedad. Fue una tarde irrepetible. Treinta mil personas estaban a punto de presenciar el milagro. Maradona con los colores rojos y negros. Asomó su pequeña figura por la manga y sus piernas no se animaron a coordinar un paso más. Recibió una ovación que lo alentó a levantar tímidamente los brazos. Una pelota se deslizó hacia él, para que haga lo que nadie puede imitar. Ni siquiera eso lo pudo hacer reaccionar. Sus compañeros se acercaron con devoción y lo elevaron al cielo. Su sonrisa fue eterna. Igual que en el San Paolo casi un década antes, la gente había ido sólo para verlo hacer juguito.

El indio Solari le daba las comodidades que necesitaba. Ocho años, diez meses y ocho días después volvía a jugar oficialmente para un club argentino y en la Argentina. Fue el domingo 10 de octubre de 1993 en cancha de Independiente, el mismo lugar donde él vio sus primeros partidos de fútbol y admiró las paredes de Bochini y Bertoni.

Regaló todo su entusiasmo y calidad en un par de toques marca registrada. Dejó para el recuerdo una rabona inolvidable que Islas salvó de forma milagrosa. No sería la última.

Aun cuando fue una ráfaga y la historia quedó inconclusa, a ningún hincha de Newell’s se le ocurriría mostrarse arrepentido por haberlo tenido con ellos, aunque sólo fuera por cinco partidos.

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